Antes de comenzar con el artículo, tómate un momento para reflexionar sobre lo que sucede cuando un animal nace y viene al mundo por primera vez. Imagina, por ejemplo, a un ternero o un potro recién nacido y cómo, apenas nacen, aunque con cierta dificultad, están prácticamente listos para ponerse de pie e incluso trotar un poco.

Se dice que, entre todas las especies animales, los humanos somos los que nacemos menos desarrollados y, por lo tanto, somos los más dependientes. Llegamos al mundo «a medio hacer», nacemos prematuros.

Esto resulta en un desarrollo cerebral continuo fuera del útero y en una total dependencia en nuestros primeros años de vida. Para garantizar la supervivencia en estos momentos de total vulnerabilidad, se forma un vínculo crucial entre la cría y su figura de referencia, asegurando así un desarrollo físico y emocional óptimo para el recién nacido.

Este vínculo se conoce como apego, y establece la base de nuestra representación mental del mundo, de las demás personas y de nosotros mismos.

¿Qué es el apego?

El apego se refiere a la conexión emocional intensa entre el niño o la niña y las figuras principales encargadas de su cuidado, generalmente los padres. Este vínculo es fundamental para el desarrollo saludable del niño o niña, ya que afecta a su capacidad para establecer relaciones interpersonales, regular sus emociones y enfrentar el estrés entre otros aspectos.

Para desarrollar el apego de manera adecuada, es necesario considerar diversos aspectos. Dependiendo de cómo se establezcan, podemos identificar cuatro tipos de apego distintos, y cada uno de ellos se expresa de forma diferente en la vida adulta.

Apegos que Marcan: Explorando sus Tipos y su Impacto en la Vida Adulta

 

Apego Seguro

En este tipo de apego, las figuras de cuidado de los y las niñas se muestran disponibles para lo que necesiten y conectan con las necesidades que puedan tener para satisfacerlas.

Las estadísticas nos dicen que 3 de cada 5 niños o niñas tienen este tipo de apego. Y en la adultez, las personas con un apego seguro tienden a tener relaciones más estables y satisfactorias.

 

Apego Inseguro Evitativo

Cuando las figuras de referencia encuentran dificultades para atender las necesidades emocionales de sus hijos e hijas, estos tienden a pasar por alto sus propias emociones y optan por no expresarlas.

En la vida adulta, como han aprendido a vivir sin establecer vínculos estrechos encuentran desafíos al relacionarse íntimamente con los demás. Por esto, suelen mostrarse independientes y experimentan dificultades para conectar con su mundo emocional, procurando minimizar e inhibir sus necesidades emocionales.

 

Apego Inseguro Ambivalente o Resistente

En ocasiones, las figuras de apego brindan respuestas variables o inconsistentes, alternando entre atender y no atender las necesidades del niño o niña. Esta falta de consistencia deja al menor sin saber qué esperar y, como resultado, tienden a ser muy insistentes en sus demandas, al tener una sensación de alerta sobreactivada. Esta experiencia de inseguridad se refleja en su falta de autonomía.

En la vida adulta, buscan seguridad y aprobación de otras personas, temiendo el abandono. En algunos casos, pueden caer en la dependencia emocional en sus relaciones de pareja.

 

Apego Desorganizado o Desorientado

Afortunadamente, este tipo de apego es menos común que otros. En esta situación, la figura de apego no solo actúa como fuente de cuidado, sino también como fuente de terror y peligro, generando caos e inseguridad en el menor. Estas figuras de apego suelen enfrentar serias dificultades, como problemas graves de salud mental, historias de trauma, entre otros, dando lugar a casos de negligencia, abuso y maltrato.

Como consecuencia, estos menores experimentan dificultades en la regulación emocional, problemas sociales, dificultades de concentración o conductas disruptivas, y pueden desarrollar el Trastorno de Estrés Postraumático, arrastrando estas dificultades hasta su vida adulta.

 

La Teoría del Apego ha sido respaldada por una extensa evidencia empírica que destaca la importancia de la calidad y naturaleza de los vínculos que los niños y niñas forjan con sus figuras de apego. Estos vínculos, a su vez, ejercen una fuerte influencia en el funcionamiento futuro de las personas, particularmente en sus relaciones afectivas, incluyendo las de pareja.

 

Las 5 condiciones del apego seguro

 

1. Sentir seguridad y protección

La piedra angular de todas las condiciones siguientes es la sensación de seguridad. Una persona que no experimenta protección en su infancia difícilmente podrá sentir seguridad en su vida adulta. Es crucial que las figuras de apego ofrezcan protección a los menores cuando experimenten miedo u otras emociones perturbadoras.

2. Sentirse vistos y sintonizados

Como padres y madres, es esencial conectar, validar y atender las emociones y necesidades de los menores. Además, al hacerlo, estamos actuando como modelo para que aprendan cómo gestionar su malestar en el futuro.

3. Sentir calma y tranquilidad

Establecer un entorno tranquilo contribuye a la sensación de calma del menor. Un ambiente consistente y predecible, con rutinas y límites claros, permite al niño anticipar las respuestas de sus figuras de apego. Experimentar tranquilidad emocional, física y mental proporciona confort, siendo esencial para un desarrollo óptimo y evitando la hiperactivación y la ansiedad en el desarrollo cerebral.

4. Sentir se valorados y expresar deleite

Para el niño o niña, recibir atención y escuchar palabras de admiración por parte de las figuras en su entorno es crucial. Al expresar admiración por sus acciones y lo que comparten con nosotros, les transmitimos el mensaje de que son importantes, capaces y valiosos. Esto fomenta un aspecto fundamental en su desarrollo, como es la exploración, estimulándolos a curiosear, aprender y ganar autonomía.

5. Sentir apoyo incondicional

La mirada incondicional de las figuras de referencia es esencial para que los niños y las niñas comprendan que el amor que reciben no depende de nada. Necesitan sentir que serán queridos y valorados por lo que son, no por sus acciones. No es suficiente con simplemente pensar que los queremos; debemos expresarlo verbalmente y actuar de manera coherente para transmitir este importante mensaje.

El apego que hemos construido con nuestras figuras de cuidado no determina inmutablemente cómo nos relacionaremos en la vida adulta pero sí puede interferir en algunos aspectos. No solo establecemos el vínculo de apego con nuestros progenitores y aunque el vínculo con alguno de ellos puede ser desfavorable, tener en nuestro entorno figuras de seguridad y cariño incondicional puede ayudarnos a amortiguar los efectos de la negligencia sufrida.

Como padres y madres es interesante tener cautela a la hora de leer sobre apego porque es fácil entrar en la comparación y esto puede asustar al creer que estáis cometiendo errores. Meter la pata es inevitable, pero si la imagen completa de la relación con vuestros hijos e hijas es de comprensión, validación y apoyo incondicional podéis estar seguros de que estáis dando los pasos correctos. Si algo de lo que leéis os inquieta, la consulta con un/a profesional de la salud puede aclarar vuestras dudas. Podréis adoptar la estrategia y llevar a cabo el trabajo necesario para ganar confianza y tranquilidad en vuestra paternidad y maternidad.

Como hemos observado, el apego es crucial para el bienestar emocional y el desarrollo saludable de los niños y niñas. No se requiere que los padres y las madres sean perfectos para lograr un apego seguro. Solo es necesario que sean lo suficientemente buenos para abordar de manera significativa los aspectos que contribuirán a que nuestros niños y niñas se conviertan en adultos seguros de sí mismos y capaces de establecer relaciones sanas y duraderas.